Hablemos de Cohelo

Coelho es literatura.

 

Entras a la secundaria y lo primero que te hacen leer es a Kafka, Cervantes, Rulfo o Cortázar,  pero de repente y de la nada, sin explicación y sin avisarte, te meten a Carlos Cuauhtémoc Sánchez a tu lista de útiles con su afanado “Sangre De Campeón Sin Cadenas” o a Paulo Coelho con el famosísimo “El Alquimista”, y terminas conmovido, con una lagrimita en el ojo izquierdo y una brisa al estilo “La Rosa de Guadalupe” en el hombro derecho. ¿Para qué engañarse? ¿Para qué decir “no idiota, jamás, yo nunca he leído a Coelho”? Todos lo hemos hecho. Y me atrevo a decir, sin afán de ser un suicida entre los intelectualoides, que realmente lo agradezco.

 

Lo agradezco porque sé exactamente que esa literatura, no es la mía. Pero sé a primera mano que muchos jóvenes que han leído a Coelho en la secundaria o preparatoria,  jamás les pasó por su cabeza la frase: “esto es mala literatura”, hasta entrar a la universidad. El profesor lo dijo, los compañeritos lo dijeron y ahora, tú lo dices. Pero… ¿por qué?

 

Resulta interesante hablar de Coelho. Es enserio, no es sarcasmo. Veámoslo como lo veamos, el personaje brasileño con escaso cabello sobre la calva y con sus incontables libros de superación personal, lo han hecho al menos para mí, interesante.

Y concentrándonos en la obra más vendida de su repertorio, “El Alquimista”, no sólo es un viaje inesperado de misticismo sino que también resulta fascinante, y sí, desenfrenado.

Novela que se publicó por primera vez en 1988 y que lo llevó al éxito rotundo con más de 65 millones de copias vendidas actualmente.

 

El libro abre con una serie de citas, prólogos, entradillas y prefacios en donde el brasileño intenta mezclar parábolas bíblicas y mitos griegos, para después, introducir su acervo personal, en forma de semblanza. Nos relata la preparación que tuvo ante las artes de la alquimia, que duró aproximadamente once años antes de la publicación de esta, su obra maestra. Y la fascinante forma de envolver al público, no intentando hacer que el lector intuya, sino asegurándole que lo que tiene en sus manos es la revelación más grande, la respuesta de la vida y el universo, además de cómo sobrellevarla. De ahí la esencia espiritual que emana de sus páginas, hasta volverse “interesante”. 

 

Siempre que me dispongo a leer un libro, he de prestarle una atención soberbia a los inicios. El inicio es sumamente importante, unas dos rayitas más arriba que el propio final. Fácilmente con el comienzo podemos terminar el libro o dejarle en el buró. Y a cómo abre el “El Alquimista”, en mi opinión, no es más que un gancho fácil de percibir.

Sencillo, intuitivo, pero ojo, no digo que equívoco. El autor nos presenta un escenario plano. Un escenario donde es fácil saber lo que está pasando. Conocemos al personaje protagónico a primera mano, un muchacho español llamado Santiago y rápidamente el narrador omnisciente nos llevará, o al menos intentará, hacernos sentir lo que él siente.

El lenguaje es tan fresco, tan sencillo y tan digerible que vuelve este libro en uno de esos ejemplares que terminas en una sentada.

 

La historia es tan sencilla, que emula demasiado a una historia épica. Una probada de cuento extraordinario griego o nórdico hecho rutinario. He ahí una de las grandes victorias que mantiene el libro a través de sus páginas.

Es una especie de “Señor De Los Anillos” para gente no atraída por criaturas como Hobbits, Enanos o Trolls. Aunque más claro y preciso. Y el personaje, cuya travesía iremos conociendo, tiene como único objetivo cumplir uno de sus sueños. Hasta conoce un alquimista que ambos se asemejan de verdad a un Gandalf y a un Frodo.

 

“El Alquimista” es una historia de superación personal, con lenguaje sencillo y con grandes dotes de cuento épico, tradicionalista pero sobretodo muy monótono. Es decir, al hijo de tu vecino, o al primo de un amigo le pudo haber ocurrido una historia de sentimentalismo desbordante como esta, viéndola de un modo, es la historia de cualquiera. Hay manera para sentirse identificado. Todos somos ovejeros. Todos seguimos una vida, hasta cierto punto, aburrida, arreando nuestros propios problemas diariamente.

El libro intenta meterte en el saco del grandioso Santiago, que al igual que él, siempre mantenemos sueños inconclusos. Sueños que queremos emprender todos los días y nos da miedo realizarlos. Ése es quizás, el principal motivo por el cual todos aman “El Alquimista de Coelho. (Hay que especificar, no vayan a confundirlo con el libro de Lovecraft)

 

Sin embargo, esta obra también roza un tanto a lo esotérico. Buscando razones más allá de lo común, volviéndose una rareza contemporánea que la hace de culto. No sólo por la temática, sino porque lo ha posicionado como uno de los libros más vendidos de habla hispana. Un libro fascinante que gusta de lo místico, mientras mezcla el amor, un tanto empalagoso con la afanada princesa de Santiago, Fátima. Y la idea central de todo este show, la premisa, aquello que debemos tragarnos para convencernos de que el gasto del libro valió la pena, es la conspiración. Sí, de verdad, la conspiración del universo que, válgase la redundancia, conspira para que cumplamos nuestro sueño.

 

Y cómo dejar pasar su final. Realmente el desenlace intenta ser un emotivo paso a que te convenzas de la premisa del libro. Todo lo puedes si te animas a seguir adelante. Si buscas tu leyenda personal sin rendirte, tu camino adecuado para encontrar aquello que siempre has querido, tu piedra filosofal.

Es hasta cierto punto, un libro bastante optimista. Y se vuelve tan optimista que para aquellos acostumbrados a leer a Hemingway o Cortázar, terminarán aborreciéndolo. Ni se diga a los amantes del trágico y sangriento Shakespeare.

 

Pero me parece tan interesante por el simple hecho de que la propuesta de este libro se contrasta así mismo con la propia literatura contemporánea. Y es que el personaje misterioso, que realmente vendría siendo una especie de Dios, la voz del rey de Salem acusa a todos, o al menos a la mayoría de los escritores como falsos mensajeros. Como una crítica personal que hace Coelho ante “esa” literatura llena de pesimismo. La que nos miente al decir que no podemos hallar nuestra dirección. La que nos ciega diciéndonos que todo está perdido, que no hay destino y dejemos de soñar.

 

Lo que estamos leyendo no es más que una propuesta bastante atrevida y hasta cínica, pero es por eso que muchos de nosotros, lectores de Edgar Allan Poe o de Howard Philips Lovecraft, nos dan hasta cierta gracia terminar de leer el libro para suspirar. Luego, decir: “Ok, esto es sumamente ridículo”.

Sin embargo, luego mantienes en mente aquellas clases de filosofía y te preguntas, ¿qué acaso no pasó lo mismo con Edipo Rey?

Pues… sí, después de consultar el oráculo de Delfos, supo su destino. Y al contrario de Santiago, éste intentó escapar de ello sin mucho éxito.

Este libro es la contraparte del mito de Edipo. A su manera, pero en gran contraparte.

 

No creo que el problema sea la historia, sino el optimismo que ésta contiene. Que hace vomitar a una sociedad reprimida, y “realista”, que como las ovejas de Santiago, van en busca de quién los arree. (MUCHOS, NO TODOS).

Quizás estamos tan embarrados en el lado oscuro, más específicamente entre “Darth Vader” y el “Ojo de Saurón”, que olvidamos que los destinos ya estaban siendo utilizados hasta por los griegos. Cosa que retoma a la perfección en toda su obra.

 

“El Alquimista” Intenta demostrar con un lenguaje no tan rebuscado, no sólo emprender una tarea de retomar lo básico de los cuentos, sino también que puede armar una historia, mala o buena, pero que puede hacerlo y vender libros como los grandes.

Muchas veces me he preguntado si aquellos compañeros (algunos aún más cercanos que otros) que critican sin siquiera haberlo leído, si realmente saben la cifra que ha publicado Coelho, sólo de “El Alquimista”. Y después, voltear a ver cuántas copias de algún libro suyo que hayan vendido, para hacer cálculos. ¿Quién tiene mejor fórmula? Es un interesante análisis, ¿no?

 

Y como la cereza del pastel, este libro cambia vidas. Si pudiera contar tantas anécdotas de familiares que han comenzado  a leer gracias a Coelho, empezarían a adorar al pobre brasileño que sólo ha seguido su leyenda personal. Que él sólo quiere hacer lo que vino a hacer, y sin duda, lo ha logrado. Encontró su piedra filosofal que se vende a pan caliente.

Coelho es como el primer libro de principiantes. “El Alquimista” ya es incluso universal.

 

Como dije al comienzo de “Hablemos de Coelho”, él es literatura. Pero en mi más “fina” opinión, literatura que va dirigida a un público en específico. Un público que es necesario explicarle con manzanas lo que tiene en sus manos. Que hay que darle instrucciones para que pueda devorarlo.

No es que sea malo, es que es tan sencillo, pero tan sencillo, que resulta para los grandes conocedores, inútil. Él es literatura, que sea buena o mala, es otra cosa muy distinta.

Y lo que es peor, tan comercial pero tan comercial, que se vuelve el TABÚ de las grandes sociedades intelectualoides como lo es la universidad.

PRECAUCIÓN, HAY  PÁGINAS MUY PELIGROSAS A CONTINUACIÓN:

 

 

 

Predisposición De Una Sociedad “Mamo-céntrica”

 

¿Qué es literatura? Me preguntan los profesores de la universidad. Los mismos profesores que te van a ayudar en la vida a ser culto. Hay que anotar muy bien eso que es una verdad detonante.

Pero en fin, volviendo, ¿qué hace que diversas obras a través del tiempo queden en el canon universal de “BUENA LITERATURA”? Pues bien, intentemos contestarlo. ¿A quién diablos le importa? Es enserio, aún quienes tengan como sueño ser un “grandioso escritor”, sinceramente, no importa ni un poco conocer a los “buenos” y conocer a los “malos”.

 

¿Y por qué mando al diablo esa pregunta tan formulada en las aulas de clase? Es que realmente me aburre. Realmente pareciera haber un debate sin solución. Algo que se queda en el aire y nunca va a aterrizar. Y entre esos dichosos debates se encuentran los temas aún más tocados que el fascinante cuerpo de Sasha Grey, y lo escribo con voz de profesor de universidad fanático de Borges: “¿Es acaso Crepúsculo, literatura?” Pero yo respondo a eso con otra pregunta: ¿Por qué hacer tantos cuestionamientos? ¿No es obvio acaso? Claro que es literatura. En específico, una novela. Tiene una pasta, tiene hojas, un título y por supuesto, nos cuenta una historia.

 

Pero claro, muchos encienden las antorchas y cogen sus trinches para perseguirme como al pobrecito de Frankenstein hasta el molino. Diciéndome con tono de intelectuales: “Pero la verdadera literatura es algo más profundo que eso. La literatura, es algo que debe sentirse y salir de las hojas. Debe estar perfectamente redactado, tiene que tener alma… Bla, Bla, Bla.” Realmente sus discursos son muy parecidos a los que da Coelho en cualquiera de sus libros y ni cuenta se dan.

¿A caso el arte no es inútil? De alguna forma, sí, no sirve de nada. Entonces, ¿por qué molestarse con hacer debates como esos que sólo sirven como excusa para atacar a “Crepúsculo”?

El arte sí, de alguna forma no es más que algo que está ahí para admirarse, y muchas de esas literaturas etiquetadas como “malísimas, biblias del diablo, no te acerques o morirás” (¡Por Dios, eso fue Súper Satírico!) allí están, admirándolas miles de adolescentes calenturientas queriendo a un vampiro que brille en la obscuridad como novio.

 

Pero así funciona la universidad. El profesor ataca la “mala literatura” y todo el mundo, sin haber leído ni una sola página de dicho libro, lo arroja sin pensarlo al “Lago de Fuego” donde no debe salir. ¿Por qué hacen eso? No entiendo. ¿Es acaso necesario que la gente te diga qué debes leer? ¿No es más interesante descubrirlo por uno mismo?

Sé que muchos quieren atacarme justo ahora diciéndome sus sermones de conocedores académicos que estoy tan errado que debería mejor no hablar de escribir jamás en mi vida, pero déjenme defenderme chavos, que por algo estoy estudiando literatura.

 

Y lo que digo en mi defensa, es esto: ¿Es acaso “Avatar” de James Cameron… cine? ¿Y qué me dicen de “Transformers” de Michael Bay? ¿No parece obvio? Sí, ambos son ejemplos de cine contemporáneo, ¿por qué dudar en si es cine o no? Así me suena la estúpida pregunta de: ¿es literatura o no, “Crepúsculo”? Pero muchos, al igual que en lo anterior, vienen a contradecirme diciéndome: “por esa razón hay cine de arte”. ¡No puedo creerlo! ¿Qué acaso el séptimo arte no es el cine? Desde Pasolini hasta Spielberg, es cine de arte, se supone que debe serlo. El cine funciona como la literatura, con distintos mecanismos, pero funcionan igual.

 

El arte es el arte, no intenten “digi-evolucionarlo”, lo único que aquí influye, sin duda, es el gusto del individuo. Que no te guste “Avatar” de James Cameron, no hace que deje que sea cine. Esa película es cine, y el cine es el séptimo arte y punto.  De igual forma, que te encante “Los Olvidados” de Luis Buñuel o “El Acorazado Potenkim” de Serguéi Eisenstein, no hace que automáticamente sean cine. La famosa etiqueta que encontramos cuando visitamos Mix up o Blockbuster de “Cine de arte” se refiere a otra cosa. Al presupuesto con el que se realizó. El tipo de movimiento. El tipo de cámara. El marco histórico, etc. Pero no los hace superiores a otras películas.

 

Todo es cine y todo es literatura (si se siguen las reglas adecuadas para que éstas entren en la categoría, por supuesto) sólo que hay diversas clases. Que te guste o no, es un tema que para mí, es inmensamente distinto.

Hay que tratar de entenderlo, es como confundir “Dios”, “Iglesia” y “Religión” como algo homogéneo.

Tema que resulta aún más estúpido que lo anterior.

 

Entrar a la universidad es el “destape”. Es quitarse la supuesta venda que se tenía en los ojos de creer que lo “bueno” es “malo”. Y empezar, aunque te duela, a acoplarte a lo que los profesores y la mayoría de tu salón, diga qué es lo que debes o no, saber. A este acto yo he de llamarle: “Predisposición de una sociedad Mamo-céntrica”. A veces uno no ha descubierto por sí solo lo que es malo, sino que te han dicho qué lo es, predisponiéndote a creerlo sin siquiera conocer la razón de ello.

 

Y no estoy criticando esa forma de “enseñanza”, de hecho creo que es necesario que lo hagan. Pero no para reivindicarte, sino para empezar a definir tus gustos independientemente de lo que digan los demás.

 

Lo digo enserio. Al menos en mi universidad, “UNARTE”, hablar de Coelho es un tabú de cuidado. Debes tomar precauciones antes de mencionarlo, porque pueden lincharte.

Y el problema es que a veces creo que no es precisamente por razones sinceras, sino sólo de dientes para afuera. De aquellos que no quieren ser vistos como “INCULTOS”, y de otros que quieren ser vistos como “INTELECTUALES”.

 

Déjeme decirle, querida profesora, que “El Alquimista” estuvo llena de predisposiciones en la clase de “crítica literaria”.

Ya estábamos predispuestos a criticar de mala gana a Coelho. Me molestó más ver a muchos intentando “burlarse” en redes sociales de la tarea sin siquiera haber leído antes un poco del brasileño. Ésta es la gran sociedad de la que hablo. La Mamo-céntrica.

 

 

 

 

 

Héctor Jesús Cristino Lucas

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