Voces de Chernóbil 

Las voces de Svetlana

 

Mucho se ha escrito de aquel atroz 26 de abril de 1986. Mucho se ha hablado, mucho se sabe. Libros, documentales y películas han aportado información más que necesaria de este terrible hecho histórico considerado como el episodio más grave en la escala internacional de accidentes nucleares: el incidente de Chernóbil. Por ende pareciera, como todo en los libros de Historia, que nuestro paso por el mundo está contado y no hay más nada que añadir; que no hay más nada que saber. Pero si de algo debemos estar seguros, es que siempre llega quien cambie esta regla en pos de otra historia… y Svetlana Aleksiévich es responsable de esto.

 

Ganadora del premio nobel de literatura en el 2015, la escritora y periodista bielorrusa ha cambiado con su libro, Voces de Chernóbil, la historia que todos conocíamos de este hecho tras su publicación en 1997. Y lo logra sin despojarle si quiera de datos duros; lo logra, por sorprendente que parezca, ofreciéndonos la misma historia, la misma tragedia. Y es que el punto de este libro no radica en el terrible incidente del que ya todos conocemos, sino del sufrimiento que desconocemos. Chernóbil es apenas un prólogo que obedece a Hemingway y a su teoría de la punta del iceberg. Un escenario cuyas páginas están listas para contar múltiples historias que jamás fueron contadas.

 

Svetlana recoge testimonios desgarradores e insólitos para contarnos esa historia de la tragedia que nadie conoce, a través de los ojos de quienes no tienen voz. Y es que hay algo en esta autora que nos remite directo hasta Kapuscinski, ya sea por el ejercicio polifónico de hacer personajes a aquellos al que el mundo ignoró, o por hacer un hecho histórico una gran crítica existencial. Su visión de Chernóbil como un espejo capaz de reflejar no sólo a este planeta sino también a la existencia, hacen de Svetlana una filósofa de lo insignificante, porque es ahí, entre las pequeñeces, lo que describe a la perfección nuestro caótico mundo.

 

Voces de Chernóbil representa un episodio perdido en la historia del hombre, porque Svetlana deja en claro que este incidente nos atañe a todos. No sólo por el hecho de que la radiación ha afectado gran parte del Globo, sino porque se rompen las distancias que el hombre, literal y alegóricamente, se ha hecho a través de los años. El incidente nuclear no representa un conflicto bélico -a diferencia de la bomba atómica- en pos de ciertas ideologías, sino en un desastre humano, y a partir de aquí, el humano es quien lucha contra sus propias creaciones. Se libera una nueva batalla donde el enemigo es invisible, donde las novelas de ficción, a lo Shelley o a lo Welles, dejan de serlo.

 

Y es que no hay realidad más cruel que aceptar esta tesis. Cuando uno voltea a ver no sólo el desastre sino también la repercusión, no cabe duda que nuestra existencia es más terrible que cualquier otra obra de ciencia ficción. Recordemos al film pionero del cine de monstruos gigantes, Gojira de 1954, cuya abominación no era más que una simple alegoría de los desastres que llevó consigo la caída de la bomba atómica y al hombre vs el hombre. Según Svetlana, Chernóbil se vuelve uno de los tantos errores humanos que difícilmente desaparecerán y no importa cuántos sarcófagos se usen o cuantos responsables vayan a la cárcel, siempre permanecerá ahí para recordarnos la eterna lucha del hombre vs el hombre.

Y es por esto que Voces de Chernóbil despide un importante halo de relevancia mezquina. Y es que no importa cuántos libros o documentales se hayan realizado, Svetlana tiene desgarradoras primicias que devuelven el caso Chernóbil en uno de los más actuales y lo seguirá siendo por mucho tiempo. Es este libro el recordatorio de que hay fantasmas del pasado que regresan, o peor aún, que jamás se han ido. Y la prueba se esconde en todos estos testimonios: en los habitantes que aún residen en la zona, familiares de los soldados y bomberos muertos como consecuencia de la radiación, responsable del incidente, campesinos y científicos, fotógrafos, periodistas, de niños y adultos. Todos ellos como prueba definitiva. 

 

Svetlana es la responsable de revalorar temas que muchas veces se han dado por hecho. Ejerce el papel más importante que Kapuscinski podría darle a un periodista, ese que ningún cínico tendría para este oficio. El libro revela un perfil importante. Es historiadora, ya que ofrece datos duros y un contexto que eleva a Chernóbil en importancia. Ofrece una perspectiva -terriblemente realista- que transfigura la visión de este mundo y su obscura posteridad a una filosofía existencialista. Hay en ella, incluso, una labor moral de ejercer el oficio sólo por humanidad; de nada más que sólo humanidad.

Las Voces de Chernóbil, las voces de Svetlana, las que usó para contar la otra realidad, es más que Historia… es sentimiento.

 

 

 

 

Héctor Jesús Cristino Lucas 

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